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OBRA TEXTIL
En el principio fue la aguja y el hilo. Después vino la lana. Y con ella la borrachera de un olor, la loca posibilidad de hacer con mis manos algo que nace en una carne evaporada. Es la suciedad de la esquila – grasa y sangre en un corral de ovejas –. Es textura brutal y delicada a la vez, enjabonada y jabonosa.
Es caos y cosmos, un mundo infinito de creación. Descubrir la lana fue pura contingencia, experimentación que con el tiempo se hizo deseo de materia. El olor casi bestial de la lana se hace aroma en el vellón. En esas texturas, en ese viaje, nos vamos haciendo cuerpo común, gesto propio, identidad.
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